30 de abril de 2010

BRINCAVERJAS - Crónicas a 30 mil pies de altura

Por Aníbal Nuñez


Hace varios meses atrás planifiqué un viaje familiar para celebrar el cumpleaños número siete de mi sobrino en Orlando.  Planifiqué para que fuera a principios de mayo con tal de interrumpir el semestre y aún tener tiempo suficiente para prepararme para mis exámenes finales.  Jamás pude preveer que lo que el viaje interrumpiría es la lucha y defensa por la educación pública universitaria.

Sin embargo y para mi beneficio, a treinta mil pies de altura puedo disfrutar de una perspectiva muy especial y que ahora comparto.  A treinta mil pies de altura nadie imaginaría que en los portones de mi Universidad el estudiantado está alegre y satisfecho de ejercer sus derechos más fundamentales.  Es un sentimiento de hermandad que dentro de la cabina de un avión nadie disfruta.  Acá arriba se siente el egoísmo que demuestra aquel estudiantado que reclama terminar el semestre, graduarse, tomar clases de verano, hacer intercambios y trabajar durante el verano.  Hay que vivir la experiencia desde adentro para conocer todo el bien que esta lucha le hace a Puerto Rico.  No podemos vivir y dar por sentado que nada se puede hacer por las causas justas.  Éstas necesitarán y siempre gozarán de gente noble que por ellas dé una justa batalla. 

Por otro lado, me siento contento pues se nota que el pueblo está enterado de la lucha estudiantil.  Ya dos personas me han dicho: “Te vi en las noticias anoche”.  A lo que yo siempre respondo: “A sí, ¿y qué le pareció?”.  Me llena de orgullo ver como las personas se solidarizan, en especial aquella empleada del Transportation Security Agency que rebuscaba mi bulto.  Ella sabía que yo soy parte del movimiento, pues, con todo propósito, me puse la camisa que grita por los estudiantes.  La empleada es una egresada de la Universidad que siente orgullo por todo lo que está pasando y como está pasando. Le conté sobre el apoyo internacional que recibimos y por allá salió otro empleado que dijo haber visto el vídeo y expresó su apoyo.  Aparentemente mejoran las cosas a treinta mil pies de altura.

  Es difícil imaginar qué está pasando dentro de mi Universidad.  A treinta mil pies de altura imagino que Radio Huelga está al aire y alguna guitarra imparte melodías por la educación pública.  A treinta mil pies de altura imagino que bicicletas y juventud adornan el recinto cuya soledad es sólo aliciente de inspiración.  A treinta mil pies de altura recuerdo las consignas que hacen que las calles tiemblen más que este avión por la turbulencia.  A treinta mil pies de altura sepan que la solidaridad continúa y la esperanza permanece.  ¡Cuánto extraño la lucha y todavía no pasa el primer día afuera!  A mis compañeros y compañeras sepan que a treinta mil pies de altura la lucha no se interrumpe, más bien se fortalece.  Aún en ausencia estoy seguro de que lograremos más victorias para añadir a esta grandiosa huelga estudiantil . . . una huelga como ninguna otra.

1 comentario:

  1. atra vez de todo ese articulo no encuentro la razon de ser de esta huelga. No hay otra razon sino la de atrasar mas la educacion del pais mediante este paro, fomentando siempre la violencia y el fanaticismo idealista.

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